martes, 12 de agosto de 2014

Te levantas, desayunas, vas al trabajo, trabajas, y el DIA (sí, en mayúsculas) empieza cuando empiezan las clases de salsa, bachata, rumba, afro, estilo, pasos libres…
El resto de horas, son horas muertas, horas de relleno, horas de trámite hasta que llegan las ansiadas clases o llega lo mejor de la semana: la sesión de salsa.
En esas horas restantes vagamos por el mundo siendo otras personas. Somos serios, vamos con traje, portátiles, gafas delante de la pantalla del ordenador… visitas, reuniones, llamadas, viajes, estrés, trabajo, trabajo, trabajo…

Su mirada... ¿Cómo olvidarla si lo que pasó allí fue mágico?
No hay risas, ni movimientos rítmicos, ni música, ni cambios de pareja. Si no que nos encontramos con distancias medidas por lo mucho que nos puede importunar una presencia “extraña”, con la que “sólo” compartimos eso:  trabajo.
Vuelves en metro, en coche, en moto, a casa. Con prisas te diriges a cerrar ese mundo gris en el que no hay tumbadoras, ni bongos, ni timbales, ni percusión que guíe tus pasos. Sólo existe la urgencia de llegar a nuestro destino.
De repente, sales de ese mundo afligido en el que todos estamos inmersos. Algo llama tu atención. Sucede algo inesperado que te desubica y te paraliza por momentos: es un cruce de miradas que cortocircuita todo tu sistema operativo. Buscas rápidamente en el cajón de tu memoria pero sin saber por qué intuyes que esa mirada es familiar y que no es la primera vez que tus ojos se cruzan con los suyos.
Sin poder controlarlo, notas como la fina línea de tus labios se arquea dibujando una leve sonrisa. Te ruborizas…
Pero ¿por qué? No lo sabes, pero notas que lo estás haciendo y ella se está dando cuenta.
Continuas explorando en tu interior, cada vez con más premura. No sabes por qué, pero estás completamente seguro que has compartido algo con ella.
¿Le digo algo? Debería hacerlo, ¡¡pero no puedo!!
Te das cuenta que el mundo se ha detenido a tus pies. No importa lo que pase alrededor. La gente camina sin presenciar la escena, No existe para ellos, sólo la percibes,  la vives, la sientes tú.
Hasta que por fin notas como un escalofrío recorre todo tu cuerpo: sí, es ella, ella es la chica con la que bailé la mejor bachata de la noche.
Despiertas de tu letargo y descubres que ella se ha ido.
No importa, sabes dónde encontrarla, sabes que podrás verla nuevamente allí: en la sala 2, la sala de Bachata.

Dio Club, las sesiones de prácticas de la escuela Seven Dance.
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1 comentario :

  1. Genial Nuria no podía parar de leer hasta el final lo proximo un libro con el mismo tema triufarias

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