domingo, 31 de agosto de 2014



Dedicado al gran maestro Peret, precursor de la rumba catalana y vecino del barrio de Gracia, como Dio Club.
Cuando he mencionado alguna vez en ambientes no salseros algo sobre “rumba cubana”, incluso en ambientes salseros también, me han mirado con una cara de “¿qué dice esta loca si la rumba es flamenca??” “no me extraña, con tanta salsa está obsesioná”

Señores, señoras el baile, el lenguaje, la vida se van reinventando y van cambiando. ¿¿O acaso no evoluciona el lenguaje con las diferentes influencias que recibe?? Se crean nuevas palabras, acrónimos, abreviaturas, anglicismos, palabras que se dejan de utilizar… con el baile pasa igual.
De los intercambios comerciales que hubo en el siglo XIX entre los puertos de Cádiz, Sevilla y La Habana, hubo como consecuencia la fusión de ritmos afro-cubanos (como el son, la guaracha y el guaguancó) con el flamenco. Esto derivó en rumba cubana y rumba flamenca dando lugar a diferentes estilos/palos como la rumba catalana.

Con todo esto quiero rendir un homenaje a Peret y a todos los que han enriquecido, luchado y vivido por lo que nos hace vibrar: la música y el baile!


Lo normal
El sábado pasado, justo nada más abrir la sesión de Dio Club, se me acercó un hombre, al que no había visto nunca y me preguntó:
“¿¿El taller que van a hacer ahora es de salsa normal??”
Aunque por fuera aguanté estoicamente en pose muy digna, por dentro pensé “¿¿¿¿cómo?????” con ojos como platos, boca abierta y cuerpo totalmente paralizado (emoticono de ojos totalmente abiertos y gotilla resbalando lentamente por el lateral de mi cara).
Se me ocurrieron miles de respuestas que podían dejarlo sin palabras, pero de forma espontanea y educada le pregunté “¿qué es salsa normal?” a lo que el hombre me contestó, todo acalorado y alargando la “erre” al decir la palabra “normal”, como si de una “erre geminada” se tratara, dando así un tono más contundente a su respuesta: “pues salsa, salsa normal, la salsa que se baila de forma normal sin tener que dibujar obligatoriamente una línea!”
En esos momentos miré alrededor, mi mente iba a mil por hora buscando información relacionada con lo que estaba pasando. No sabía si era una broma, si me estaban grabando o si iba a salir alguien en cualquier momento diciendo “¡¡Inocente!!”, pero nada de eso sucedió, no había cámara oculta alguna, ni nadie que quisiera ponerme en una situación embarazosa. Sí, la realidad siempre supera a la ficción.


Ante tales argumentos de peso, similares a “la salsa que bailo yo” y yo añadiría (“¡y punto!”) me dio que pensar en la naturaleza humana. Sí, todos somos así, lo normal es lo nuestro, lo que hacemos nosotros y cualquier cosa diferentes es lo raro, lo anormal, incluso lo mal hecho. Todos en un momento o en otro elevamos lo nuestro, lo que hacemos nosotros, a la categoría de “universal” o de “verdad absoluta” y lo hacemos sin darnos cuenta que estamos menospreciando el resto de “verdades universales”.

La salsa recibe a lo largo de la historia influencia de diferentes estilos musicales de distintas procedencias ¿no es salsa lo que se baila en Cuba, en Nueva York o en Puerto Rico?
Está bien defender lo nuestro, pero en la fusión, en el cambio, en la creatividad, en el atrevimiento está la evolución y está claro que todo cambia, hasta nosotros mismos.
De todos modos, retomando el inicio de la historia, a pesar de ser un taller de salsa “anormal”, “extraterrestre” o de “otro planeta”, el hombre hizo el taller…. Sí señor, hay que abrir horizontes… :D!!
Eso sí, desde aquí pido públicamente: por favor, avisarme cuando haya un taller de salsa anormal. ¡Gracias!

Dio Club, las sesiones de prácticas de la escuela Seven Dance.
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lunes, 25 de agosto de 2014

Esa palabra maldita que todos esquivamos pero que tarde o temprano siempre llega: ¡NO!

Como si de un partido de tenis se tratara, según como nos lo digan nos quedamos totalmente “OUT”. Y la verdad es que  no sé que es peor si el rechazo o la cara de panolis que se nos queda junto con la correspondiente parálisis físico-mental que impide que podamos responder con una frase brillante y que nos permita no solo salir airosos, si no triunfales de la situación; y a la vez impide que nos movamos y salgamos corriendo cual gato escaldado.

Es sólo, segundos más tarde (segundos eternos vividos como horas), cuando recuperamos el tono muscular, el pensamiento y lo más importante la conciencia de la situación en la que estamos inmersos “mierda, me acaba de decir que no y me he quedado aquí plantado sin poder moverme…”. Con lo que haces una mueca indescriptible y te vas.

Lo malo es cuando te dicen un “no” y a continuación no hay ninguna justificación, explicación o excusa aunque sea inventada, pero al menos hay algo. Un “no” contundente, petrificante, seguido de una sonrisa malévola o de una mueca que indica “esto es lo que hay chaval”, desemboca en un silencio abismal que llega a marearte y a hacerte sentir como el mayor de los estúpidos que habitan la faz de la tierra.

Sin haber superado el rechazo tienes que rehacerte y actuar rápido. Eso quiere decir sacar a otra chica a bailar, aún sabiendo que el peso de la negación está ahí y se puede volver a producir, dejándote noqueado e inconsciente para siempre.

Te acercas a un grupo de chicas situado en primera línea de pista y analizas la situación: dos hablan entre sí y las otras dos miran para el centro de la pista. Hasta que sin pretenderlo, consigues contacto visual con ellas…. “¡Mierda! Me están mirando, ¡¡¡Hay que actuar rápido!!!”

La rubia con escote de infarto te la llevarías pero no al centro de la pista, si no al centro de tu cama… pero como ya no tienes cuerpo para más rechazos te acercas a la morena y con tu mejor sonrisa tiendes tu mano al tiempo que sale de tu boca un “¿¿quieres bailar??” con cara angelical y la entonación correspondiente a haber dicho esto mismo millones y millones de veces.

Afortunadamente la canción que bailas con la morena es espectacular, por lo que el “no” de la canción anterior, ya quedó en el olvido.

Dedicado a todos los que en algún momento me han dicho que no, porque han hecho que valorara aún más a los que han querido bailar conmigo :D!!
¡Gracias!
  
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martes, 19 de agosto de 2014

Tal y como canta José Alberto El Canario: me invitaron a una fiesta.
Me invitaron a una fiesta un sábado por la noche y aunque justo era en sábado y me iba a perder una buena sesión salsera decidí aceptar.
“¿Por qué no?” Pensé, “hacer algo diferente, cosas nuevas, gente nueva”. “Va bien cambiar de vez en cuando”. “Además siempre haces lo mismo”.
Y con este pensamiento positivo me dirigí al lugar indicado. Cada uno teníamos que llevar una botella de alcohol, con lo que nos juntamos con litros y litros de alcohol para consumir en varias horas. Fede, el anfitrión me saludó y me presentó a varios grupos de gente que hablaban animadamente. Me quedé con el último grupo, dos parejas, dos compañeros de Facultad de Fede y sus novias. Así que el tema de conversación fueron temas de informáticos (que no podría reproducir ni aunque quisiera) y “ay que ver lo mal conservada que está X… con lo mona que era hace unos años y ahora se ha puesto como una foca”.
Di una vuelta y cogí un vaso vacío. Casi me pegan cuando pregunté si había coca cola… mis años de borrachera ya quedaron atrás y lo que me apetecía era eso, una simple coca cola. Por qué si llego a pedir zumo o agua me echan de la casa.
Era una casa enorme, con piscina, así que viendo la situación decidí dar una vuelta por el jardín. Me di cuenta que alguien me seguía. Era un chico que llevaba rato sin quitarme el ojo de encima. Se presentó e hizo un alegato interminable de lo bueno que era en TODO (palabra que remarcó con un intento de sonrisa picarona…). Con la excusa de recuperar mi copa me lo quité de encima y volví a la sala principal.
El volumen de la música subía al mismo ritmo que los vasos y las botellas se vaciaban. El suelo, de un parquet impoluto, empezó a llenarse de restos de bebida. Un verdadero crimen para la humanidad para los ojos de un salsero.
El ambiente se iba cargando de humo, de risas, de movimientos descontrolados.
Se me acercó un chico, vaso rebosante en mano y cigarro en la otra, que tardó escasos segundos en derramar su vaso por el suelo y en parte de mi vestido. Realmente extraña y poco efectiva, su manera de intentar ligar conmigo. Llevaba horas tirando la caña a toooooodas las chicas de la fiesta, lo cual implicaba que yo había sido la última de las opciones antes de volver a intentarlo con todas las chicas de la fiesta sin ningún tipo de reparo.
Con el pensamiento derrotista y frustrada de ser consciente de haber sido su última alternativa (¡¡cómo puedes ser que yo haya sido su última elección??!!), se me acercaron un grupo de chicos. Tras las típicas preguntas de “cómo te llamas“ “a qué te dedicas”, “y qué hace una chica tan guapa en su tiempo libre”… decidí volver al jardín, allí al menos el ambiente no estaría tan cargado.
La gente bailaba animadamente, ya que el volumen de la música impedía mantener ningún tipo de conversación coherente. Intenté bailar al ritmo de la música, pero ya no sabía ni cómo moverme… “bailar sola??? ” “qué aburrido!!!”.
Así que me acerqué a Fede, me despedí y me fui de aquella casa, porque… volviendo a José Alberto El Canario “que yo lo que quiero es salsa, si señor!”.
Siempre llevo mis zapatos de baile por si acaso, y el Dio está abierto todo el mes de agosto hasta las 4.

 

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martes, 12 de agosto de 2014

Te levantas, desayunas, vas al trabajo, trabajas, y el DIA (sí, en mayúsculas) empieza cuando empiezan las clases de salsa, bachata, rumba, afro, estilo, pasos libres…
El resto de horas, son horas muertas, horas de relleno, horas de trámite hasta que llegan las ansiadas clases o llega lo mejor de la semana: la sesión de salsa.
En esas horas restantes vagamos por el mundo siendo otras personas. Somos serios, vamos con traje, portátiles, gafas delante de la pantalla del ordenador… visitas, reuniones, llamadas, viajes, estrés, trabajo, trabajo, trabajo…

Su mirada... ¿Cómo olvidarla si lo que pasó allí fue mágico?
No hay risas, ni movimientos rítmicos, ni música, ni cambios de pareja. Si no que nos encontramos con distancias medidas por lo mucho que nos puede importunar una presencia “extraña”, con la que “sólo” compartimos eso:  trabajo.
Vuelves en metro, en coche, en moto, a casa. Con prisas te diriges a cerrar ese mundo gris en el que no hay tumbadoras, ni bongos, ni timbales, ni percusión que guíe tus pasos. Sólo existe la urgencia de llegar a nuestro destino.
De repente, sales de ese mundo afligido en el que todos estamos inmersos. Algo llama tu atención. Sucede algo inesperado que te desubica y te paraliza por momentos: es un cruce de miradas que cortocircuita todo tu sistema operativo. Buscas rápidamente en el cajón de tu memoria pero sin saber por qué intuyes que esa mirada es familiar y que no es la primera vez que tus ojos se cruzan con los suyos.
Sin poder controlarlo, notas como la fina línea de tus labios se arquea dibujando una leve sonrisa. Te ruborizas…
Pero ¿por qué? No lo sabes, pero notas que lo estás haciendo y ella se está dando cuenta.
Continuas explorando en tu interior, cada vez con más premura. No sabes por qué, pero estás completamente seguro que has compartido algo con ella.
¿Le digo algo? Debería hacerlo, ¡¡pero no puedo!!
Te das cuenta que el mundo se ha detenido a tus pies. No importa lo que pase alrededor. La gente camina sin presenciar la escena, No existe para ellos, sólo la percibes,  la vives, la sientes tú.
Hasta que por fin notas como un escalofrío recorre todo tu cuerpo: sí, es ella, ella es la chica con la que bailé la mejor bachata de la noche.
Despiertas de tu letargo y descubres que ella se ha ido.
No importa, sabes dónde encontrarla, sabes que podrás verla nuevamente allí: en la sala 2, la sala de Bachata.

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